
Para conseguir ese buen funcionamiento es necesaria la evaluación, entendida como una actitud cotidiana más que como el fin de toda una actuación: una evaluación sostenida y periódica sobre la identificación del problema, el planteamiento, las actividades y los resultados.
Al final de la línea están los usuarios, personas que atender, ayudar, organizar, etc., para que en la medida de lo posible ellos puedan generar también su cambio. Una idea comentada a lo largo del taller incidiría en este aspecto. ¿Una utopía? Los tiempos que corren y los que parece que van a correr no adelantan muchas alegrías. Por eso los trabajadores, educadores y demás personal del ámbito social que, como dije en el primer post de esta serie, están en la primera línea del combate merecen todo nuestro apoyo, respeto y consideración.
Un saludo a todos.