Digo digo i digo Diego

No tuve más remedio que reírme el otro día. Estaba escuchando las noticias en la radio del coche y el locutor comentaba unas declaraciones del recién nombrado ministro de Trabajo Valeriano Gómez. Éste ha afirmado, sin ruborizarse, que si fue a la manifestación convocada por los sindicatos el 29 S con motivo de la huelga general, no fue porque estuviera de acuerdo con dicha huelga sino que fue para demostrar su solidaridad con las organizaciones sindicales en unos momentos muy difíciles para ellas. Quizá sin saberlo, el ministro Gómez ha iniciado un nuevo camino en el arte de la equidistancia, ese género tan español que queda tan bien plasmado en los dichos “nadar y guardar la ropa”, “tirar la piedra y esconder la mano” o “estar en misa y repicando”. De este modo, a partir de ahora podremos ir a cualquier manifestación o, por extensión, a cualquier acto que surja, sin importar la causa de la convocatoria ya que podremos justificar nuestra presencia con el primer motivo que se nos ocurra: pasaba por aquí, me gustó el color de las banderas, los niños estaban en clase de flauta y no tenía nada que hacer, había comido mucho y salí a dar un paseo, etc.
Sin quitarle su mérito al señor Valeriano Gómez, no cabe duda que está a años luz del maestro José Luis Rodríguez Zapatero. Nuestro presidente acaba de decir, en la última reunión europea, que hay que aumentar la productividad de la economía española para que mejore su competitividad. Bien. Dicho así, parece una de esas grandes verdades que nadie puede discutir. Todos podrían estar de acuerdo. Lo malo de ese axioma es que el aumento de la productividad y la mejora de la competitividad generarían un aumento muy significativo del paro. Conseguir tal prodigio, además, requeriría una cantidad ingente de inversión que España no puede realizar hoy en día. Ni podrá en muchísimos años. Conclusión: otro brindis al sol de nuestro presidente para salir bonito en la foto y poder decir que se preocupa de la economía española aunque en realidad no pueda hacer nada por ella porque no hay un duro y ha de seguir y seguirá las directrices que le marquen las instancias económicas europeas e internacionales.
Yo creo que si callados no están más guapos, por lo menos molestan menos.