Por alguna razón que desconozco algunas personas necesitan el dogma en sus vidas y, lo que sí es comprensible entonces a partir de esta primera premisa, quieren imponer ese dogma al resto de la población. La derecha política y social, los autodenominados creyentes, las asociaciones “pro” y muchas más personas, salen a la calle en gran número para protestar contra la reforma de la ley del aborto. Han decidido que sólo hay una verdad, la suya, que sólo hay una religión verdadera, la suya, y que los dogmas que de esta religión emanan (el aborto es un crimen, los homosexuales y lesbianas son enfermos, los métodos anticonceptivos son pecar contra la ley de su Dios de “creced y multiplicaos”, etc.) son de obligado cumplimiento. No hay margen, no hay libertad ni libre albedrío. Si ellos pudieran, toda la población pasaría por el tubo y sería sojuzgada hasta en los más íntimos detalles de su comportamiento y actividad. Si una ley regula el divorcio ello no les obliga a divorciarse, si las leyes no penalizan la homosexualidad y consideran a estos ciudadanos con los mismos derechos y deberes que cualquiera ello no les obliga a ser homosexuales, si la ley establece una serie de condiciones y normas para la práctica del aborto ello no les obliga a abortar. Pero estos ciudadanos no se conforman con seguir sus creencias y ganarse su cielo, han de imponer a los demás su ideal como el único posible, a pesar que el conocimiento y la praxis humanos, social y científicamente hablando, desmontan una y otra vez sus argumentos. Pero para eso está el dogma, la verdad revelada, contra la que nada se puede, instrumento que ha sido de dominación por parte de la Iglesia Católica y las clases con ella coaligadas para el sometimiento de la población desde que Constantino I el Grande tuvo la “feliz” idea de legalizar el cristianismo allá por el 325 de nuestra era. Más le habría valido a la humanidad que se hubiera torcido el tobillo al levantarse y aquel día se hubiera quedado en cama.
NO señores de la derecha, NO. NO necesitamos de sus lecciones, de su falsa moral, de su iglesia caduca, de sus dogmas y sus verdades. Vivan libremente según su conciencia pero dejen a los demás hacer lo mismo, no intenten imponernos conductas que no queremos ni obligarnos a pensar lo que no pensamos porque nadie les obligará a ustedes a hacer lo que no quieran hacer, para eso estamos en una democracia aunque en ocasiones no lo parezca. Pero, sobre todo, no engañen a esas pobres gentes, tontos útiles que hacen salir a la calle para manejarlos según sus intereses, que traen en autocares desde donde haga falta, para ponerlos a gritar contra el gobierno, cuando a ustedes lo que menos les importa es la libertad ni tal o cual ley. Lo único que quieren es el poder e imponer a todo el mundo sus dogmas, aunque luego muchos de ustedes se los pasan por donde les da la gana, que para eso siempre ha habido clases. NO señores, NO.