A verlas venir

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. Así empieza “Historia de dos ciudades” de Charles Dickens y pareciera una frase que ni pintiparada para el momento que estamos viviendo actualmente. Mientras en círculos empresariales no se pierde comba, pidiendo reducciones de cotizaciones empresariales y abaratamiento del despido, los gastos sociales no dejan de crecer y aumenta el número de personas y familias que sin los servicios sociales ya no podrían subsistir. En un informe elaborado por el Ayuntamiento de Barcelona, comparando los datos de los primeros semestres de 2007, 2008 y 2009 en la ciudad, la atención a familias socialmente vulnerables ha aumentado más de un 24%, pasando de 29.600 familias atendidas los primeros seis meses de 2007 a 36.700 en los mismos meses de 2009. En porcentajes similares ha crecido el número de personas atendidas en servicios de cobertura alimentaria (24,5%) y acogida nocturna (21,9%).

Es habitual oír y leer, desde que empezó la crisis, que éste es un periodo que puede ofrecer buenas oportunidades y que hay que aprovecharlo para realizar los cambios y ajustes estructurales necesarios. Sin embargo no se pueden dejar de lado las dramáticas situaciones que atraviesan cientos de miles de personas en España. La respuesta de las administraciones públicas ha sido y está siendo la inyección de dinero (en obras públicas, subvenciones, políticas sociales, etc.) a costa de un aumento muy significativo del déficit. Los ayuntamientos, como es lógico en primera línea de la atención al ciudadano, se han visto obligados a incrementar su deuda para intentar paliar los efectos de la crisis sobre la población. Siguiendo con el de Barcelona, éste dedica este año una inversión de 5 millones de euros en contratos con entidades y empresas de inserción laboral, una de las bases de la inclusión social, incidiendo también en programas de ayuda a las familias socialmente vulnerables, personas en exclusión social severa, niños y adolescentes con riesgo social, mujeres y hombres ancianos en riesgo o personas en situación de dependencia y discapacidad.

La Comisión Europea acaba de decirles a nuestras autoridades, negro sobre blanco, que España será la última en salir de la crisis (junto con Letonia, Lituania y Bulgaria, podría parecer un chiste pero no lo es), que no notará mejoría hasta 2011 y que deberá hacer durante bastantes años un ajuste económico y fiscal extraordinario para reducir su déficit y reajustar su economía. Mientras esto sucede, vamos camino de tener nuestra propia generación perdida pues, como publicaba la prensa esta semana, casi el 10% de los jóvenes entre 20 y 29 años (más de 500.000) ni estudia, ni trabaja, ni busca empleo. Si añadimos a éstos a los parados de esta franja de edad (1,2 millones), a los que estudian pero tendrán pocas probabilidades después de trabajar en lo suyo, a la elevada proporción de mileuristas, etc., podemos hacernos una idea aproximada del grave problema que nos podremos encontrar a la vuelta de unos años.

Desde luego Dickens, en la actualidad, tendría material de sobra para pergeñar una de sus maravillosas historias.

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