¡Que vienen los piratas!

A vueltas con el Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en Internet y la Ley de Economía Sostenible, observo con asombro las manifestaciones de la industria musical y los músicos exigiendo que la ley los proteja y proteja sus negocios, plantando como excusa la bandera pirata, el nuevo “coco” al que echar las culpas de todo. Digo asombro porque, aunque en este mundo que nos ha tocado ya estamos curados de espantos, no deja de asombrarme la desfachatez ajena cuando hay “pelas” de por medio. Si a un trabajador corriente y moliente lo despiden, o un empresario ha de cerrar su negocio, porque la recesión, los nuevos tiempos, la globalización, los avances tecnológicos o lo que sea han convertido en obsoleto el negocio, no veo a nadie, y menos a los músicos, salir en defensa de un modelo caduco. Antes bien, se le dice al trabajador o empresario que se recicle, que innove, que se transforme, que abra nuevas vías, que se adapte a la nueva corriente, que cambie.
Cuando allá por los principios del siglo XX surgió el automóvil, y comenzó la que sería su frenética expansión, seguramente existían muchas y muy prosperas industrias relacionadas con los carruajes y los coches tirados por caballos ¿Se imagina alguien a todos esos señores protestando contra el automóvil? ¿Pidiendo su limitación cuando no su prohibición? ¿Clamando porque sus negocios se resentirían o desaparecerían? Es probable que más de uno lo hiciera, pero la sociedad no hizo caso. Porque el mundo estaba cambiando y ese cambio era imparable. Muchos de aquellos, viendo los nuevos vientos, se reciclaron en talleres para automóviles y siguieron adelante.

La manera en que consumimos música, ocio, cultura, está cambiando, ha cambiado ya, de una manera irreversible. No se sostiene una industria y un modo de trabajar por parte de los artistas, propio de décadas atrás. Y sin embargo eso es lo que piden. Que les salvemos, que protejamos su modo de vida. Y si para ello hay que poner puertas al campo o limitar derechos generales o impedir el avance de la sociedad, un avance similar a lo que supuso la aparición de la imprenta o del automóvil, pues que así sea. Todo antes que cambiar, que adaptarse a los nuevos tiempos como muchos artistas e industrias a lo largo y ancho del mundo están haciendo ya buscando nuevos negocios, formas de distribución y contenidos. Pero para eso hacen falta imaginación, talento y ganas, y nuestros músicos y nuestra industria musical-cultural viven de un esquema cerrado en la que el pueblo llano debía pasar por el tubo y tragarse lo que le echaran, situación que fomentó una estructura anquilosada en la que el artista subía más por el dinero que se metía detrás para empujarle que por su talento. Así el resultado fue unos estándares músico-culturales débiles, necesitados de subvención constante, escudándose en una salvaguarda de las esencias culturales patrias. Internet ha acabado con eso. Ahora hay que jugársela en la innovación del negocio, en descargas a precios razonables con valor añadido, a una segmentación del mercado diferente, al video en directo, en definitiva: ¡A PENSAR MÁS Y MEJOR!

En España siempre hemos sido más papistas que el Papa. Sólo una amplia presión social, fundamentada en la red (1.4 millones de enlaces sobre el Manifiesto en 48 horas) pueden hacer bajar del burro al Gobierno. Sin olvidar que este año que viene hay elecciones en muchos sitios ¡Eh ZP!