
Independientemente de lo que pensemos de su figura, el Rey ha representado un punto de equilibrio desde el frágil comienzo de esta democracia, que disfrutamos/padecemos, hasta la actualidad. Ha habido momentos difíciles (el 23 F, la llegada del socialismo al poder tan solo siete años después de la muerte de Franco, el terrorismo) pero, con la voluntad y el esfuerzo de todos, se pudo seguir adelante y la figura del Rey se acrecentó, hasta el punto de ser una de las personalidades actuales a nivel mundial que concita mayor respeto, tanto nacional como internacionalmente. ¿Ocurrirá lo mismo cuando el Rey Juan Carlos no esté y sea el príncipe el que ocupe su lugar?
No se trata aquí de abrir la caja de los truenos pero parece más que evidente que, cuando se produzca el relevo, las cosas ya no serán como antes. El príncipe ha recibido una cuidada educación, es muy fotogénico y aún queda mejor con su esposa a su lado, pero parece poco probable que pueda concitar el entusiasmo que su padre generó, y aún genera, durante su reinado. Quizá no tanto a nivel popular como a nivel social y político. Está muy extendida la actitud que afirma que una cosa es ser juancarlista y otra muy distinta ser monárquico. Con el futuro final del reinado de Juan Carlos I se cerrará en España una etapa necesaria para transformar al país de dictadura fascista a nación moderna del primer mundo (a pesar de todas las carencias y defectos aún por corregir). Pero ese cierre también supondrá el cierre de la función que la monarquía podía desempeñar y abrirá unas incógnitas difíciles de prever ¿Tiene sentido la monarquía en el mundo del siglo XXI? ¿Lo tiene en España? ¿Puede ocupar un cargo no electo una instancia como la Jefatura del Estado? Quizá no seamos del todo una verdadera democracia hasta que este país se pueda plantear y resolver abiertamente estas cuestiones. Nos espera un futuro ciertamente interesante.